En 1.556, tras la subida al trono del Rey Felipe II, el Señor Don álvaro de Bracamonte embarcó hacia Nápoles como enviado de Felipe II y luchó con las tropas del Rey contra las del Papa Paulo IV. A su vuelta de los Reinos de Nápoles, se estableció en Alameda un pueblecito de la vera de Antequera,... ver más
En 1.556, tras la subida al trono del Rey Felipe II, el Señor Don álvaro de Bracamonte embarcó hacia Nápoles como enviado de Felipe II y luchó con las tropas del Rey contra las del Papa Paulo IV. A su vuelta de los Reinos de Nápoles, se estableció en Alameda un pueblecito de la vera de Antequera, entre Sevilla, Córdoba y Málaga, en este lugar puso en marcha en su cortijo un molino y almazara, que fueron durante años los proveedores de aceite de la casa Real Española. Durante varios siglos fueron perfeccionando sus técnicas de coupages y assemblages, hasta conocer todos los secretos del aceite de oliva. En el siglo XVII, Don Melchor Gaspar de Bracamonte, descendiente de Don álvaro, fue nombrado Gentilhombre de la cámara de su Majestad y Virrey de Nápoles, donde puso en marcha fábricas de aceite al estilo de la de su familia en Alameda. Durante tres siglos los Bracamonte continuaron en su Hacienda, preparando los aceites de oliva más reputados de España, hasta que la desamortización de Mendizábal, en el siglo XIX, les privó de las fincas que administraban de la iglesia y poco a poco fueron disminuyendo su producción, que acabo desapareciendo con la guerra civil Española.Ahora y gracias al esfuerzo de la nueva generación de la saga, de las cooperativas y productores de la zona, la labor de investigación de Joaquín y Bernardo Zulategui, de González Byass y Caja Rural de Málaga, se ha recuperado por completo la manera tradicional que Hacienda de Bracamonte desarrolló durante cuatro siglos y se atesora de nuevo como patrimonio de la cultura Mediterránea.
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